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Con conocimiento ambiental hacia la acción local

El cambio de conducta hacia nuestra casa común, el planeta en donde vivimos, la Tierra, resulta urgente. Tal es así que es un asunto que involucra de Greenpeace al Papa Francisco, y de científicos y gobernantes a jóvenes como la sueca Greta Thunberg.

El ambiente es demasiado importante como para no ocuparnos de él. ¿Cómo ser indiferentes a los incendios en el Amazonas o el derrame de petróleo en los océanos? Pero no se trata de algo que nos llega desde lejos a nuestro celular. Se trata de un problema que nos ocupa a todos y no podemos perder de vista la responsabilidad que cada uno tiene en el cuidado de su entorno.

Sin dudas es un desafío. Se trata de sanar nuestra relación con el ambiente a partir de un desarrollo humano sostenible y una mejora de la nociva relación que nuestras sociedades consumistas y excluyentes tienen con el planeta Tierra. Para eso hace falta concientizar.

Resulta cada vez más claro que la crisis climática es consecuencia de un crecimiento industrial insostenible, que afecta la disponibilidad de agua, la salud de la población, la calidad del aire y los suelos, produce el incremento de las temperaturas, el aumento del nivel del mar, el aumento de fenómenos meteorológicos extremos, la pérdida de hielo en los casquetes polares, la desertificación y la pérdida de biodiversidad.

No es posible cuidar lo que no se conoce. Por esa razón, las instituciones dedicadas a la educación científica como Plaza Cielo Tierra cumplen un rol clave, porque la conciencia ambiental implica conocer qué es el ambiente, compartir cuáles son los problemas actuales y qué podemos hacer para respetar y comprometernos con la naturaleza de la que somos parte.

Por eso la conciencia ambiental se funda también en prácticas concretas como las conocidas campañas de recolección de residuos, reutilización de materiales, recorridos educativos en parques naturales o explorando la flora y fauna silvestre. Es decir: conociendo.

Pero el cambio no lo hacemos solos, sino en comunidad. Por eso esta concientización, y la promoción de cambio de hábitos debe acompañarse por un estímulo a la participación de ciudadanos y ciudadanas en la difusión y resolución de problemas ambientales.

El diagnóstico de la situación mundial indica que la dimensión de los problemas ambientales actuales es significativa. Vale entonces la consigna de “pensar globalmente y actuar localmente”.
La globalidad de los problemas nos conduce lógicamente a pensar en el mundo, pero nuestra acción y nuestros proyectos van a ser eficaces si actuamos en nuestra ciudad, nuestro pueblo, el barrio donde transcurre nuestro día a día.

Entre todos podemos ser parte de una nueva cultura ambiental, esto es, una cultura que, concientizada de los problemas, conduzca a un actuar cotidiano que favorezca una relación amigable con el ambiente.

Por otra parte hay algo muy importante. La “cultura ambiental” tiene que sustentarse en tres principios básicos: justicia social, libertad y equidad. Esto implica crear condiciones para acceder a ambientes justos para todos, libertad para elegir y construir un ambiente digno y equidad, ya que sin ella, no hay justicia ni libertad.

No se trata solo de concientizar, hay que actuar frente a los problemas concretos. Poner manos a la obra por un ambiente para todos y todas.

 

¿Cuánto sabés de conciencia ambiental?