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Entre peregrinos, sacerdotes y científicos.

Hace unos 500 años, un grupo de sacerdotes llegaba al Titicaca, en procesión desde Cusco, el ombligo del mundo andino en esa época. Navegando en balsas de totora por las claras y frías aguas de uno de los lagos más elevados del planeta, a 3800 msnm, alcanzaron un lugar especial, donde un arrecife rocoso emergía del imponente espejo. Allí, prepararon un cofre de piedra finamente labrado. En su interior cóncavo derramaron la sangre de una llama recién sacrificada, junto a una figurilla representativa del mismo animal y un diminuto brazalete de oro. El receptáculo fue cerrado con oraciones a las huacas y una delicada tapa de piedra. Usando una larga soga, el bloque fue sumergido a medida que teñía las aguas de rojo en ofrenda a ese espacio mítico para los pobladores del imperio más vasto que hubiera visto América hasta la llegada de las huestes castellanas. 

Ubicación del Lago Titicaca en Sudamérica. (Tomado de Deleare y Capriles, 2020: 1030).

 

Cinco siglos después, una embarcación distinta, hecha de otros materiales, abordada por otra suerte de personajes procedentes de tierras mucho más lejanas, se acerca al mismo lugar, hoy conocido como K’akaya. Después de varios días de estudiar la zona, recupera ese conjunto de objetos sagrados vertidos en el fondo del lago. Una caja de Andesita perfectamente tallada y pulida, contenía en su interior dos objetos: la representación de una llama y una miniatura de brazalete de oro. A juzgar por otros vestigios similares, podría haber contenido otros elementos de materiales perecederos que se habrían desintegrado, especialmente sangre de procedencia animal o humana.  El hallazgo es de gran importancia ya que sintetiza numerosos aspectos de las bases ideológicas del Imperio Incaico, así como del pensamiento de los pueblos andinos. 

 

¿Arqueología Subacuática a 4000 metros sobre el nivel del mar?

La arqueología sub acuática es una creciente rama de la disciplina arqueológica que se dedica a la prospección de los lechos de cuerpos acuíferos, en busca de contextos arqueológicos depositados en momentos pretéritos. A diferencia de la práctica de los buscadores de tesoros, que abundan en las aguas del Caribe por ejemplo, esta subdisciplina trabaja con preguntas, teorías y metodologías científicas. En este caso el equipo de Christophe Delaere, de la Universidad Libre de Bruselas, lleva años investigando en el Titicaca con el consentimiento de las comunidades locales y los permisos oficiales del Estado Boliviano, no solo recuperando objetos valiosos sumergidos, sino reconstruyendo la historia ambiental del lago, los cambios en los niveles de las costas a través del tiempo y su relación con los procesos culturales y sociales. 

Localizar un bloque de piedra del tamaño de una caja de zapatillas, a 5 metros de profundidad, en un lago de 8500 km2 puede ser una tarea bastante más difícil que hallar una aguja en un pajar. La arqueología subacuática comienza sus estudios lejos de las aguas, en un laboratorio, donde considerando preguntas científicas relevantes, construye modelos predictivos que ayudan fundamentalmente a definir áreas con mayores chances de identificar vestigios arqueológicos y a descartar aquellas con menores oportunidades de hacerlo. Con este modelo, se puede avanzar a prospecciones in situ, las cuales pueden realizarse mediante el buceo o con instrumentos de detección remota como sonares o incluso drones. 

Puede resultar llamativo llevar adelante un proyecto de arqueología subacuática en el corazón del mundo andino, al que por sentido común asociamos con imponentes cerros, áridas altiplanicies o salares. Sin embargo, allí se encuentra el lago navegable más alto del mundo. Debido a su predominio en el paisaje, el lago Titicaca ha sido un rasgo imponente en la vida e identidad de las poblaciones circundantes. En sus costas se han establecido sociedades pujantes y complejas desde hace más de tres milenios: Pukara y Chiripa dieron los primeros puntapiés para el desarrollo de espacios ceremoniales sustentados en economías excedentarias; Tiwanaku, el estado prístino local, que integró en su esfera de interacción a las poblaciones del altiplano, valles de yungas occidentales y costeros, hasta el oasis de San Pedro de Atacama, en el actual Norte de Chile; los Reinos Colla, que después de una vigorosa resistencia fueron incorporados finalmente al Tawantinsuyu, o imperio Inca. Todos estos pueblos desarrollaron prácticas socio-económicas y rituales directamente asociadas con el lago que han dejado huellas culturales y materiales de gran interés. Los santuarios construidos en la Isla del Sol, mítico lugar de origen, hacia el 700 d.C. por el estado Tiwanaku, y llevados a otra escala por los Incas, son de amplio conocimiento. Las masivas ofrendas realizadas en la Isla Pariti, lo son menos. 

Después de la caracterización del relieve del fondo y de la identificación de la presencia de vestigios observables se procede a la excavación. La misma se ejecuta en cuadrículas cuidadosamente delimitadas, en las cuales se remueven de manera separada las distintas capas de sedimentos. Es una verdadera excavación estratigráfica, tal como se practica en terrenos no sumergidos. La gran diferencia es que el cucharín o palustre es reemplazado por una máquina aspiradora de sedimentos operada por un/una arqueólogo/a buceador/ra, la cual realiza dos tareas.

Por un lado, extrae los sedimentos de la cuadrícula liberando en ella hallazgos in situ que son registrados tridimensionalmente. Por otro, en un extremo alejado, va depositando esos sedimentos dentro de un cajón de malla en el cual se tamizan y recuperan hallazgos menores absorbidos en el proceso, como pequeños huesos, fragmentos de cerámica o instrumentos de piedra. La tarea no se limita a recuperar objetos, que son importantes en sí mismos, sino a observar y registrar su posición, a identificar las características de los depósitos, conocer la dinámica del lecho e inferir las prácticas humanas y dinámicas ambientales que dieron por resultado la formación del registro arqueológico.

 

Localización de hallazgo de la ofrenda. (Tomado de Deleare y Capriles, 2020: 1034)

 

La ofrenda, materiales que juntan al mundo.

La ofrenda de K’akaya, fabuloso hallazgo publicado recientemente en la prestigiosa revista británica Antiquity por Christophe Deleare y José Capriles (2020), compone uno de los destacados tesoros sumergidos en la historia de los pueblos Americanos. Pero más allá de su valor intrínseco como una obra de arte precolombino, nos ofrece una entrada a aspectos cruciales del ceremonialismo incaico. 

El objeto principal es un cofre de andesita, roca ígnea que abunda en algunos sectores de la cadena andina, finamente tallado y pulido siguiendo las técnicas observadas en bloques análogos hallados en otras zonas del lago. Los incas eran magníficos artesanos de la piedra. La sillería delicada con la que erigieron sus principales templos, residencias y centros administrativos es de amplio conocimiento. Con esos conocimientos realizaron también productos destinados a la ritualidad. En este caso el bloque mide 3 x 27 x 17 centímetros. En su cara superior presenta dos perforaciones marginales, realizadas para poder sujetarlo con una soga en el proceso de inmersión, y una concavidad central de 10 centímetros de diámetro. Esta última fue tapada con una semiesfera tallada en la misma materia prima.   

 

La Ofrenda de K’akaya. (Tomado de Deleare y Capriles, 2020:1035)

 

El interior de esa concavidad atesoraba dos pequeños objetos. Por un lado, la  representación de una llama hecha sobre una llamativa materia prima, que mezcla vetas naranjas y rosadas sobre un fondo blanco, correspondiente a la valva de mullu o Spondylus, un molusco cuya procedencia natural más próxima se halla en las costas pacíficas de Ecuador. Esta materia prima era altamente valorada por los Incas ya que su aparición en el litoral peruano se relacionaba con alteraciones de la corriente del niño y, por ende, con fenómenos climáticos de gran importancia. Es así que este tipo de miniaturas fueron depositadas en distintos contextos rituales del imperio. Por otro una miniatura de brazalete de oro, representando la fuerza y la presencia humana. 

Detalle de las miniaturas incluidas en la ofrenda. A la izquierda, representación de llama en valva del Pacífico; a la derecha, brazalete de oro. (Tomado de Deleare y Capriles, 2020: 1036).

 

El ritual de juntar objetos y materiales procedentes de lejanos puntos del imperio y sumergirlos en el lago acompañados por una ofrenda de sangre, tiñiendo las aguas de rojo, se conocía probablemente como vilacota, en aymara “lago rojo”. Tiene semejanzas con otras ceremonias dedicadas a los cerros más altos de los Andes conocidas como capacochas, de las cuales una recientemente famosa fue localizada en el Cerro Llullaillaco, en la provincia de Salta. 

Estas prácticas religiosas permiten pensar en las complicadas maneras en las cuales se construyó y legitimó el imperio incaico, un mundo desigual y jerarquizado pero integrado por poblaciones y lugares heterogéneos que se articulaban materialmente para solicitar o retribuir a sus deidades tutelares, cuya existencia no se daba en un plano distinto al de las personas sino que estaba allí, manifiesto en las fuerzas y voluntades propias del paisaje habitado.            

El hallazgo realizado por el equipo de arqueología subacuática de la Universidad Libre de Bruselas, refuerza la idea de la sacralidad del Titicaca para el mundo andino y la comprensión que en el mismo prevalecía: que los elementos del paisaje, como los cerros, los cuerpos de agua o algunas rocas eran seres vivientes, con voluntad y capacidad de acción con quienes se debía interactuar, negociar, alimentar, retribuir, calmar.

 

Fuentes

Delaere, C. (2017). The Location of Lake Titicaca’s Coastal Area During the Tiwanaku and Inca Periods: Methodology and Strategies of Underwater Archaeology. Journal of Maritime Archaeology, 12(3), 223–238. https://doi.org/10.1007/s11457-017-9187-6

Delaere, C., & Capriles, J. M. (2020). The context and meaning of an intact Inca underwater offering from Lake Titicaca. Antiquity, 94(376), 1030–1041. https://doi.org/https://doi.org/10.15184/aqy.2020.121

Korpisaari, A., Meneses, J. A. S., & Väisänen, R. (2011). Archaeological Excavations on the Island of Pariti, Bolivia: New Light on the Tiwanaku Period in the Lake Titikaka Region. Ancient America, 11, 1–53.

Williams, A.R. (2020). Centuries-old Inca offering discovered in sacred lake. Undisturbed for 500 years, the rare unlooted offering sheds light on Inca religion and ritual. Sitio Web National Geographic. https://www.nationalgeographic.com/history/2020/08/centuries-old-inca-offering-discovered-sacred-lake/?cmpid=org=ngp::mc=crm-email::src=ngp::cmp=editorial::add=History_20200810&rid=DEFDA67B66477A5E4C3D8C98D121BF99 Acceso 17/8/2020.

 

Documental relacionado

Los Secretos Subacuáticos del Titicaca

 

Contribución de Julian Salazar, por invitación de Plaza Cielo Tierra.

Prof. Adj. Cátedra de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC.

Inv. Adjunto de CONICET.