Skip to main content
Por Cristian Andreatta

 

Voyager 1 y 2 viajan con mapas que podrían guiar a otras civilizaciones hacia nuestro sistema solar

 

En la historia de la navegación espacial, dos vehículos espaciales modernos, las sondas Voyager 1 y 2 se crean para navegar más allá de los confines del sistema solar. Esto es: para alcanzar el espacio interestelar.
La sonda Voyager 1 es el objeto artificial que más distancia ha recorrido respecto de la Tierra y la primera en llegar al espacio interestelar. Al día 13 de diciembre de 2022, según registros de la NASA, Voyager 1 se encuentra a 23 824 902 450 kilómetros de la Tierra. 
Lanzada el 5 de septiembre de 1977 desde Cabo Cañaveral, la sonda Voyager 1 salió con la misión primaria de visitar los planetas gigantes gaseosos del sistema solar: Júpiter y Saturno, entre otros. Durante estos años de viaje proporcionó imágenes detalladas de aquellos cuerpos celestes y de algunas de sus imponentes lunas.
La trayectoria de la Voyager 1 y su hermana gemela Voyager 2 es hiperbólica. De modo que jamás volverán a reingresar al sistema solar. Ambas viajeras transportan un disco fonográfico bañado en oro en el que se han cargado imágenes y sonidos que retratan, entre otras cosas, la diversidad biológica y cultural de nuestro planeta. 
El famoso astrónomo y divulgador científico Carl Sagan sostuvo la posibilidad, que alguna vez ambas sondas pudieran ser encontradas por otras civilizaciones, comparando a las Voyager con botellas mensajeras dentro del océano cósmico. Ambas sondas llevarían esperanzas, ilusiones e información acerca de la Tierra. 
En los discos de oro de ambas sondas hay otro mensaje cifrado bastante interesante. Algo que en plena era tecnológica es de uso frecuente en nuestras vidas. Se trata nada más y nada menos que de un mapa. Y aunque dicha herramienta posee características distintas a aquellas que la cartografía empleó a lo largo de la historia de la humanidad (ya que los contextos naturales, sociales y culturales de los cuales referenciamos son distintos), resultará ser bastante útil para ubicar y proyectar desde el vecindario cósmico “cualquier punto” de la Vía Láctea.  En la superficie del disco de oro de cada sonda hay una serie de líneas que se corresponden principalmente con catorce objetos cósmicos (muy peculiares) denominados púlsares. Estos objetos cósmicos conforman unas especies de faros naturales. Algo así como balizas naturales que orientaran la navegación hacia la Vía Láctea. 

 

En esta imagen se muestra una parte del disco de oro contenido en las sondas Voyager 1 y 2. Particularmente una serie de líneas rectas cuya compleja interpretación permitirían hallar el camino hacia el sistema solar. Fuente: ¿por qué hay catorce púlsares en los discos de las Voyager?

¿Qué caracteriza a los pulsares? 

Los púlsares resultan ser el resto de estrellas supermasivas que al momento de crear —mediante la fusión nuclear— un núcleo de hierro, terminan su ciclo vital provocando un colosal estallido conocido como supernova. La explosión resulta de la compresión del núcleo de hierro original de la estrella hacia uno de un tamaño muy pequeño y compacto, y a causa de una atracción gravitatoria muy poderosa.  Esta situación particular engendra lo que se conoce como estrellas de neutrones, ya que en su composición particular no existen átomos; solo existen neutrones en tal estado, que evitan que la estrella continúe siendo comprimida por la fuerza de gravedad. 
Vale destacar: las estrellas de neutrones tienen un movimiento de rotación y campos magnéticos en extremo más potentes que el de nuestra humilde canica azul. 
De manera similar a lo que ocurre con el campo magnético y la rotación de la Tierra, los ejes polares y geográficos de las estrellas de neutrones no coinciden necesariamente, razón por la cual los haces de radiación que se producen como consecuencia del intenso campo magnético de las estrellas de neutrones, varían, y cambian rápidamente barriendo distintas direcciones de la galaxia, incluido el sistema solar. Estos fenómenos astrofísicos son los púlsares. 
Representación artística de un pulsar.

Las catorce líneas 

En las líneas impresas en los discos de las Voyager se detallan los períodos de rotación de  los 14 púlsares elegidos y la distancia relativa de nuestro Sol respecto del centro de la galaxia. Además se hace mención al átomo de hidrógeno, el más simple y abundante en todo el universo, compuesto por un protón y un electrón. 

¿Qué parámetros se emplearon para interpretar el mapa? 

El átomo de hidrógeno. La mecánica cuántica revela que el protón y el electrón que componen el átomo de hidrógeno, rotan, ya sea en una misma dirección, o en dirección opuesta. Pero esa dirección cambia cuando el átomo de hidrógeno es interceptado por alguna fuente de energía (como puede ser el campo magnético de algún púlsar). Cuando esto ocurre el electrón que compone el átomo de hidrógeno emite un pequeñísimo haz de radiación que dura apenas fracciones de segundo. Este hecho se asume como una ley de escala universal. Es por eso que es factible que una civilización similar a la nuestra pueda interpretar esta información si se topa con alguno de los dos discos que transportan las Voyager. 
Líneas más pequeñas. Las líneas más pequeñas en el disco expresan en código binario (un código compuesto únicamente de ceros y unos) el tiempo que tardan los púlsares en rotar sobre su propio eje.   
La combinación de la información anterior permite descifrar la posición de los púlsares cercanos a la Tierra, y referenciar el camino de retorno hacia el sistema solar. De esta manera, si nos encontráramos fuera del sistema solar, y contamos con la información de los púlsares que conocemos: podríamos conseguir triangular la posición de nuestro vecindario y encontrar el camino de vuelta a casa en un mar de miles de millones de estrellas. Y es que encontrar un camino de regreso a casa dentro de la inmensidad del cosmos, en su mayoría idénticas a nuestro Sol no es tarea fácil, puesto que estamos acostumbrados a relacionarnos con nuestro propio mundo desde rutas o caminos que de una u otra forma se encuentran a nuestro alcance; sin embargo al movernos por el universo nuestras nociones y herramientas básicas de navegación se desvanecen por completo, debido a su enorme vastedad, complejidad y diversidad de objetos que lo componen.  
Por ahora, mientras el ser humano no pueda aventurarse en dicha vastedad, las sondas Voyager seguirán sus respectivos viajes, atravesando nubes de gas y polvo. 
En algún momento de la historia del universo la travesía debería volverse un tanto incierta para las sondas viajeras, y hasta sus trayectorias podrían verse ralentizadas al encontrarse con la fuerza de gravedad de objetos masivos, que podrían incluso desplazarlas y modificarlas una y otra vez, como si las sondas fueran bolas de billar. 
En última instancia las Voyager seguirán los ritmos de la propia galaxia, y orbitaran en torno a su núcleo durante el resto de sus vidas. Quizás, si alguna vez las sondas son halladas por alguna civilización capaz de descifrar sus mensajes, nuestro sistema solar ya no exista. Pero con su hallazgo podrán dar cuenta de una cuestión muy profunda: no sólo fuimos una raza capaz de emprender la construcción de uno de los tantos entendimientos acerca de nuestro universo, sino que además fuimos capaces de crear un objeto, una botella mensajera, que en representación de nuestra especie se atrevió a recorrer una pequeñísima porción de las enormes distancias de nuestro cosmos. 

Fuentes: 

Record-Breaking Voyager Spacecraft Begin to Power Down
¿Por qué hay 14 púlsares en los discos de las Voyager?